domingo, 10 de marzo de 2013

ACTIVIDAD 3 MEB UPN

Para qué cambiar la escuela si funciona tan bien

Juan Delval


Muchas voces se alzan diariamente lamentando el estado de la educación, el mal funcionamiento de las escuelas, y reclaman que se realicen reformas urgentes. Las normas educativas y los documentos de la SEP hablan de una escuela que forme ciudadanos, que proporcione conocimientos útiles, que fomente la participación social de los alumnos, que atienda a sus necesidades diferenciales y, en definitiva, que sea una escuela en la que los alumnos se deleiten, aprendan y se conviertan en buenos ciudadanos. Algo de eso es lo que propugnan las consideraciones generales del Acuerdo 592 (Documento que articula los tres niveles de la Educación básica).


Pero si examinamos con más detalle las propuestas de programas, los contenidos, los horarios, y toda la organización del sistema escolar, nos damos cuenta de que se encuentran en las antípodas de esas declaraciones programáticas que aparecen en los documentos oficiales. Parecería que el sistema educativo está organizado para transmitir y perpetuar la sumisión y para producir individuos dependientes, poco creativos y, en definitiva, que puedan ser empleados dóciles, obreros sumisos, y súbditos más que ciudadanos.

Debemos tener presente que la escuela desempeña una importante función social que es la de mantener guardados a los niños y ocupados en algunas actividades mientras sus padres trabajan. Esto se produjo a partir del desarrollo de la sociedad industrial, porque antes los niños y jóvenes podían acompañar a los adultos mientras que éstos trabajaban en la casa, en el campo, o en las labores artesanas.

Una de las principales preocupaciones de los gobiernos es que los centros escolares funcionen regularmente para que los niños puedan asistir a ellos y dejen libres a sus padres. Una huelga de profesores produce un enorme desorden social ya que toda la sociedad se ve alterada. Por lo tanto se trata de evitar por todos los medios que surjan problemas con los docentes.

De los profesores se espera entonces que mantengan los centros escolares en funcionamiento, sin que surjan problemas graves con los alumnos. Aparte de mantener el orden se les ha asignado la tarea de explicar un programa en el que tienen poca intervención. El programa, los libros de texto y los horarios constriñen la actividad de los maestros a los que les queda por lo tanto muy poca iniciativa.

Pero el paso por la escuela puede considerarse como un rito de iniciación, como los que se practicaban en sociedades tradicionales, algo que abre las puertas de la sociedad adulta y que regula el paso de la niñez al mundo de los mayores. Las actividades escolares son esas pruebas que es preciso superar para considerar que se está preparado para ser un adulto normal. Por eso la evaluación ocupa un papel central dentro de las actividades escolares. El profesor es ante todo un evaluador, el que determina si el alumno está listo o no para pasar al nivel siguiente, a la siguiente prueba. No se puede concebir al profesor como ajeno a esas tareas de evaluación y de control

Esto explica también el auge de los enfoques basados en competencias, que han sido asumidos con pasión por los gobiernos de muchos países y por organizaciones internacionales. La idea de las competencias proviene de la actividad industrial y empresarial. Constituyen una forma de evaluar, cuyo origen está en la racionalización del trabajo y de las tareas, que tiene una gran importancia en empresas y fábricas

En la escuela actual el alumno sabe que se tiene que someter a la autoridad del profesor, y que no debe hacer nada que no esté prescrito, pues eso le haría incurrir en faltas y es mejor evitar los problemas. La tarea escolar es una actividad extremadamente aburrida, que tiene que ver muy poco con sus intereses, pero de la que no puede evadirse sin arriesgarse a sanciones. Igualmente para el profesor la actividad de repetir innumerables veces los mismos conocimientos es una tarea sumamente tediosa, pero tiene la ventaja de que no exige grandes esfuerzos intelectuales.

Por su parte el profesor se tiene que defender del alumno, que está ahí para resistirse a sus prescripciones, que tratará de evadirse de las tareas, de dedicarse a otras cosas, de no atender en la clase. Pero no sólo se tiene que defender de los alumnos sino que también tiene que hacerlo de los padres, y de las autoridades escolares. Por ello el profesor lo tiene todo en contra, y lo que más le conviene es tener el mínimo de problemas, y seguir estrictamente las normas que imponen sus superiores.

Los docentes tratan de entonces de adaptarse a este sistema en el cual ellos constituyen una parte importante del engranaje que tiene que funcionar perfectamente. ¿Qué interés pueden tener en promover la libertad de sus alumnos, en fomentar su autonomía, en hacerles felices? Nadie les va a agradecer que lo hagan, les va a animar ni les va a dar facilidades. Hacerlo sería ir en contra del sistema, en contra del funcionamiento de la organización para la cual han sido contratados.

Las autoridades educativas están satisfechas con que el profesor desempeñe de esa manera sus tareas de control, y que no se salga del marco establecido. En definitiva, los políticos no tienen gran interés en que los ciudadanos sean autónomos, piensen por sí mismos, tengan capacidad de elección, analicen la realidad críticamente, y como consecuencia de ello puedan estar en desacuerdo con su gestión. A los ciudadanos hay que entretenerlos y hacerlos que piensen en otras cosas, para lo cual están los medios masivos de comunicación, y en particular la televisión, el consumo, y también son muy beneficiosos los espectáculos deportivos (y en particular el futbol) para que en ellos se desfoguen sus pasiones, lo que evita que las puedan encaminar hacia la política o a criticar al gobierno. Por lo tanto no tienen gran interés en que las cosas cambien.

¿Qué pasaría con un profesor que toma en cuenta los intereses de sus alumnos, que realiza una educación activa en la que estos tienen que trabajar, desarrollan proyectos, se autoorganizan, toman iniciativas, votan lo que les interesa, hablan de sus conflictos, de sus afectos, realizan propuestas sobre lo que les gustaría trabajar en clase, etc.? Sería visto como un profesor rebelde, que descuida los horarios de las asignaturas y el tiempo dedicado a cada materia, que tiene un salón desorganizado en el que los alumnos se mueven, hablan entre si, salen a buscar cosas. No sigue el ritmo del programa, ni del libro de texto, deja que se estudien cosas que no aparecen en los programas. Sin duda ese profesor recibiría serias reprimendas por prestar poca atención a las normas. Por tanto no le conviene hacer esas cosas, y empeñarse en ellas le podría llevar a convertirse en mártir, y no se puede exigir a los profesores que tengan esa madera.

La sociedad crea constantemente nuevas necesidades, se exige un mayor nivel de conocimientos, se necesita mano de obra más especializada. Para conseguir esto sin que las cosas se alteren están los pedagogos que tratan de hacer adaptaciones de los programas escolares, que tratan de racionalizarlos, pero sin que las cosas cambien mucho. Se ocupan de proponer modificaciones de detalle sobre la organización de los programas, escriben extensos tratados sobre el currículum, los objetivos educativos, los procedimientos, las actitudes, las competencias, pero evitando que se produzcan cambios más profundos.

Hay alguna gente que no está de acuerdo con este tipo de funcionamiento, que le gustaría que la escuela educara de otra manera, que tuviera otras funciones, pero deben ser los menos, porque las cosas apenas cambian. Los gobiernos, con ayuda de los pedagogos, proponen cambios cosméticos para que se cambie algo pero todo siga igual.

Los profesores tenemos que defendernos de que se nos considere de esta manera, de que nos asignen esas funciones. Para ello hemos de tomar conciencia de nuestra situación y tratar de salirnos del marco en el que nos han colocado. La situación de los profesores es entonces muy delicada, porque nuestra conciencia nos puede llevar a que tratemos de desempeñar nuestra función de otro modo, pero la lógica del sistema nos dice que todo nos resultará más fácil si evitamos los problemas, sí nos sometemos dócilmente.

AL TERMINAR DE LEER:


1. Hacer una lista de diez estrategias didácticas que haces en tú salón que favorece el tipo de escuela que critica Delval.

2. Hacer una lista de diez estrategias didácticas que deberías considerar en un planificación para favorecer una educación contraria a la que critica Delval.
Enviar esta tarea el martes a las 14:00 hrs. y llevar el cuadro fisicamente a la sesion del miercoles

Que la lógica del buen vivir llegue a ustedes esta semana…saludos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario