lunes, 17 de octubre de 2011

UIEM102, 18 DE OCT,


QUE TAL AMIGOS.




  • IDENTIFICAR LOS SUBTITULOS DE LA LECTURA, INCLUYENDO LA PRESENTACION.

  • SACAR LAS IDEAS CLAVE DE CADA SUBTEMA Y ANORTARLOS EN LA LIBRETA (INDIVIDUAL)

  • EN PAREJAS HACER DIAGRAMAS COMO GUSTEN PARA PLAS MAR LO MAS IMPRTANTE DE CADA SUBTEMMA (UN DUAGRAMA POR SUBTEMA.

  • MANDARLOS AL CORREO. (UN SOLO ENVIO POR PAREJA)

  • NOS VEMOS EN LA SALA DE COMPUTO.





Índice
1. Presentación 5
2. Algunos clásicos del trabajo de campo 9
3. Entender el trabajo de campo 15
4. Dimensiones del trabajo de campo 17
5. Objetivos del trabajo de campo 23
6. Requisitos para una práctica de campo 25
7. Equipo personal para el trabajo de campo 27
8. Herramientas de trabajo 29
9. Algunas técnicas de investigación 31
10. Las fichas de campo 33
11. El dato... los datos... 41
12. Videofilmadora, cámara fotográfica y grabadora 43
13. Talleres de investigación y reflexión
del trabajo de campo 45
14. Cómo trabajar en los talleres 47
15. Temario de introducción al trabajo de campo 51
16. Anexo I 53
La recuperación del observador
en la construcción del dato.
Una lectura constructivista.
Eduardo Aguado López y Rosario Rogel Salazar
17. Anexo II 87
Ejemplos de guías de investigación
18. Algunas conclusiones 101
19. Bibliografía sobre el trabajo de campo 103

1. Presentación
Un aspecto característico del quehacer de las disciplinas sociales es
el trabajo de campo, el cual se ha constituido en la forma
privilegiada de acercarse a la realidad. Sin embargo, a pesar de su
gran importancia en el proceso para adquirir el conocimiento y en la
formación de los investigadores, es muy escaso lo que se ha escrito en
torno a su práctica y reflexión en el contexto teórico, metodológico y técnico.
Ante esta situación, es imprescindible plasmar las experiencias ganadas y
estudiarlas, con el propósito de contribuir al desarrollo experimental de la
investigación de campo.
Con las presentes notas se pretende aportar una guía general tanto
para maestros como para alumnos que se interesen en realizar este tipo de
labor. Es importante que se comprenda, por una parte, el contexto general
de trabajar en campo y, por otra, mostrar reportes de campo, susceptibles
de ser integrados a las tesis y en los reportes de investigación.
Esta guía es una herramienta que permite orientarnos en el trabajo de
campo. Intenta ser un instrumento manejable para ocupar técnicas
cualitativas como la observación, y técnicas cuantitativas como el registro
de datos o la aplicación de cuestionarios en comunidades indígenas.
Queremos aclarar que dicha guía está sujeta a las modificaciones necesarias
y pertinentes, pues es producto de las experiencias del trabajo de campo
desarrollado en el Programa de Investigación Interinstitucional sobre grupos
indígenas.
Los estudios de comunidad o los denominados “estudios de caso”
pueden realizarse a través de varios caminos instaurados por las ciencias
sociales; en general, podemos pensar en obtener información cuantitativa
o cualitativa, lo cual depende de los objetivos de la investigación. Pero, sin
lugar a dudas, lo recomendable para tener panoramas más próximos a la
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Eduardo Andrés Sandoval Forero
realidad, es establecer una combinación de la información y el análisis de
datos cuantitativos y cualitativos.
Los instrumentos presentados no son un catecismo para seguir al pie
de la letra, pues la experiencia nos dice que, por lo menos, hay dos factores
esenciales en la estrategia de la investigación: el tipo de investigación que
se pretende y el control de la misma, asociado con la experiencia del
investigador. Por eso no pretendemos agotar las herramientas posibles en
la indagación, sólo ofrecemos a manera de ejemplo y de agenda instrumental
lo que puede ser retomado, reelaborado y, por supuesto, acondicionado
para estudiar en comunidades indígenas.
Queremos dejar claro que nuestra propuesta se orienta a delinear
instrumentos, base de la investigación social; por lo que es imprescindible
distinguir entre la primera fase que consiste en recopilar información con
técnicas como: observación participante, observación dirigida, investigación
acción, encuesta, genealogías, cuestionario, cédula e, incluso, la compilación
a partir de fuentes biblio-hemerográficas; y la fase de interpretación y el
análisis de lo obtenido en campo. El valor de la teoría y de la metodología
para usar las técnicas de recopilación de información asumen en esta
propuesta su total reconocimiento, toda vez que la investigación, en el
sentido clásico, se orienta por sus hipótesis e, invariablemente, se encuentra
influida por alguna escuela de pensamiento social. De todas maneras algo
que no debemos olvidar es que las técnicas y sus instrumentos de trabajo
nos permiten accesar a la información; la cual es la base de las
investigaciones concluidas que de manera obligada llevan implícito el
análisis teorizado de los sujetos o de los objetos de estudio. “Hay, a menudo,
una enorme distancia entre el material bruto de la información —tal y
como se le presenta al estudioso en sus observaciones, en las declaraciones
de los indígenas, en el calidoscopio de la vida tribal— y la exposición final
y teorizada de los resultados” (Malinovski, 1975: 21).
Esta guía se refiere principalmente a comunidades indígenas, pero los
principios generales de las técnicas de investigación aquí expuestos son
aplicables a comunidades rurales y también, con sus respectivas
acoplaciones, a comunidades urbanas. Ejemplos del empleo de las técnicas
7
Guía para realizar prácticas de campo
y los instrumentos mencionados los vemos en las investigaciones de la
sociología urbana, de la ciencia política y de la comunicación. Quizás lo
más utilizado en nuestros días son las encuestas de opinión tanto en lo
político como en lo social. Efectivamente, con el actual proceso de
globalización los indígenas adquieren cada vez más costumbres, lengua,
tecnología y elementos culturales propios de lo occidental, y ello induce
también a que las teorías explicativas de dicho fenómeno y sus métodos de
investigación se readapten a tales condiciones.
Somos concientes de que no existen recetas definitivas sobre cómo
hacer investigación en las comunidades indígenas, por lo que las técnicas
e instrumentos tendrán que ser definidos de acuerdo con el sujeto/objeto
de estudio, el objetivo del proyecto, la capacidad del investigador y la
accesibilidad con la comunidad, teniendo en cuenta que en la investigación
no se inicia con un objeto/sujeto plenamente acotado, sino más bien en
constante proceso de construcción.
Es necesario advertir que hay niveles diferenciales en el trabajo de
campo, pues para la antropología social, por ejemplo, que pretende estudiar
la conducta humana en relación con su entorno social, o mejor dicho la
cultura, sólo es posible hacerlo mediante la participación de los antropólogos
por periodos largos en la comunidad y privilegiando la observación
participante, las historias de vida, la tradición oral y las genealogías. También
es obvio que para averiguar la intención del voto en una ciudad, se debe
recurrir principalmente a los sondeos de opinión y más concretamente a
las encuestas, con todos sus procedimientos técnicos y metodológicos. Para
este ejemplo, no sería acertado utilizar la observación participante.
Vale la pena tener en cuenta que de acuerdo con el objeto o el sujeto de
estudio, es decir aquello que se pretende investigar, se determina una
perspectiva teórica y metodológica para su examen, misma que induce a
utilizar técnicas cualitativas, cuantitativas o combinadas.
De manera general, en las ciencias sociales han sido dominantes las
teorías y metodologías del positivismo y de la fenomenología. Todas las
demás corrientes y métodos (etnografía, estructuralismo, funcionalismo,
dialéctica, sincrónico, diacrónico, histórico, estructural-funcionalismo,
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Eduardo Andrés Sandoval Forero
materialismo histórico, hermenéutica, etnometodología, culturalismo,
comprensivo, etc.) pueden ser agrupadas sin mayor esfuerzo en alguna de
las dos principales. “Puesto que los positivistas y los fenomenólogos abordan
diferentes tipos de problemas y buscan diferentes clases de respuestas,
sus investigaciones exigen distintas metodologías” (Taylor y Bodgan,
1987:16).
Son variados los métodos de investigación, los abordajes teóricos, las
técnicas y los instrumentos de indagación, lo cual depende del fenómeno a
investigar y de lo que se pretende explicar. “El positivista busca las causas
mediante métodos tales como cuestionarios, inventarios y estudios
demográficos, que producen datos susceptibles de análisis estadístico. El
fenomenólogo busca comprensión por medio de métodos cualitativos tales
como la observación participante, la entrevista en profundidad y otros, que
generan datos descriptivos” (ibid.).
Las distinciones teóricas, que en parte constituyen las explicaciones y
los fundamentos analíticos de los problemas de investigación, marcan sus
diferencias en los métodos para investigar y, de manera particular, en la
recolección de los datos. Sin embargo, es pertinente insistir que según los
objetivos de la investigación, los métodos y las técnicas para obtener datos
pueden ser de tipo cualitativo o cuantitativo. Pero en sentido estricto, los
datos descriptivos no son excluyentes de los cuantitativos y viceversa. Por
ello afirmamos que un mismo objeto o un sujeto de estudio es susceptible
de ser abordado con técnicas cualitativas, cuantitativas o combinadas; todo
depende del problema y de los objetivos de esa investigación. No se puede
aplicar de manera indistinta técnicas e instrumentos para realizarla.
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Guía para realizar prácticas de campo
2. Algunos clásicos del trabajo de
campo
En los últimos cincuenta años del siglo XX, estudiosos de diferentes
disciplinas de la ciencia social y humanística como la antropología,
historia, sociología, economía, geografía, sicología, ciencia política
y comunicación han recurrido para sus investigaciones, estudio y formación
académica al trabajo de campo. Una rápida mirada a recientes análisis nos
dejan claro el aquilatado valor que entraña este trabajo, convirtiéndose en
un recurso privilegiado del saber y de la generación de nuevos
conocimientos.
La afirmación anterior nos muestra que existe un indudable interés
por llevar a cabo trabajo de campo, a pesar de que su gran riqueza ha sido
poco sistematizada y reflexionada tanto en su teoría como en su praxis.
Realmente faltan investigaciones sobre el trabajo de campo, pues se carece
de una constante evaluación que induzca a recuperar e integrar las diversas
experiencias que otorguen nuevas pautas, para indagar la diversidad de los
presentes fenómenos. La evaluación permite aprender de los aciertos y de
las desviaciones en que incurrimos, aportando información novedosa sobre
la manera en que se puede incursionar en el trabajo de campo, con miras a
lograr los objetivos propuestos.
Son varios los ejemplos que podemos citar sobre trabajo de campo que
dieron luz a obras clásicas. Desde la sociología, el estudio sobre familias y
comunidad efectuado en 1855 por Fréderick Le Play —cuya propuesta fue
la de observar científicamente los hechos sociales a través de esa unidad
elemental y básica denominada familia— sirvió como punto de partida para
analizar el sistema social y constituye una elocuente demostración de la
observación participante. Su labor fue expuesta en la obra Los obreros
europeos, resultado de más de veinte años de trabajo con 300 familias
obreras de diversas regiones de Europa.
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Eduardo Andrés Sandoval Forero
Posteriormente, en 1880, Charles Booth inquirió sobre la familia en
relación con la pobreza y la religión. En su obra Vida y trabajo del pueblo
en Londres, utilizó el mapeo de familias de acuerdo con el grado de pobreza,
enfatizando las condiciones de los niños y ancianos. Combinó técnicas de
observación directa en campo con información estadística y cartográfica.
En 1887, el sociólogo Ferdinand Torries publicó Comunidad y sociedad,
donde establece el vínculo natural de la comunidad con los individuos
mediante ritos y costumbres, con predominio del hogar en el desarrollo de
la vida familiar. En este estudio es evidente el trabajo de observación y de
registros realizados por el autor durante varios años en comunidad y con
las familias en las cuales se integró.
Robert Park, en 1916 propuso a la Escuela de Sociología de Chicago,
un programa de investigación en terreno (Field Work Research), de tipo
cualitativo, al considerar que “... los mismos métodos pacientes de
observación que fueron empleados por los antropólogos Boas y Lowie para
estudiar la vida y costumbres de los indígenas norteamericanos, pueden
ser más fructíferos si se emplean en la investigación de las costumbres
más sofisticadas de los habitantes de Greenwich Village o los vecinos de
Washington Square en New York” (Park, citado por Burgess, 1982: 6).
Indudables son los aportes de la Escuela de Sociología de Chicago en
la producción teórica de la ciencia social, pero de gran significancia fue la
aplicación del trabajo etnográfico al ámbito citadino, a la vida cotidiana en
las urbes, mediante colectivos de investigación que, dicho sea de paso, se
diferencia de la tradición individualista del trabajo de campo de la
antropología. Esta etnometodología, construida por la influyente escuela
de sociología a nivel mundial, rompe con los esquemas tradicionales del
rígido diseño de investigación y sus fases secuenciales, optando no por una
permanencia en campo de larga duración, sino más bien por una
observación sistemática —no estructurada—, que permita elaborar
investigación cualitativa-interpretativa.
En la antropología son elocuentes las investigaciones de campo de Franz
Boas expuestas en su Manual de lenguas indias americanas, publicado en
el Boletín de Etnología Americana en 1911. Pero no cabe duda que Bronislaw
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Guía para realizar prácticas de campo
Malinowski fue el primer antropólogo que narró y reflexionó sobre el trabajo
de campo en las comunidades nativas de las islas Trobriand. Su labor versa
sobre el Kula, un complejo sistema de intercambio instrumentado por los
nativos de Trobriand con sus vecinos, donde la magia desempeña un papel
preponderante. Su dinámica y misterios fueron analizados mediante la
organización social, mitología, cultura y religión en su obra Los argonautas
del Pacífico occidental.
El trabajo de campo que le permitió emprender la investigación
etnográfica duró seis años: de 1914 a 1920. En su texto nos confirma que
existe “... una enorme distancia entre el material bruto de la información
—tal como se le presenta al estudioso en sus observaciones, en las
declaraciones de los indígenas, en el calidoscopio de la vida tribal— y la
exposición final y teorizada de los resultados” (Malinowski, 1995: 21). El
autor también medita sobre el trabajo de campo y la importancia de
vincularlo con una guía teórica: “tener una buena preparación teórica y
estar al tanto de los datos más recientes no es lo mismo que estar cargado
de ‘ideas preconcebidas’ ” (ibid.: 26).
En su artículo “Confesiones de ignorancia y de fracaso”, publicado en
el texto La antropología como ciencia, compilado por José R. Llovera en
1939 (pp. 129-139), insiste en que “... sólo es posible realizar un trabajo de
campo satisfactorio si se vive directamente entre los indígenas”. Señala
también que el trabajo de campo siempre debe constar de: “(I)
documentación estadística mediante datos concretos; (II) recogida y registro
de los ‘imponderables de la vida real´, y (III) datos lingüísticos”. En su
exposición de la forma de recoger información, confiesa los aciertos, así
como las “lagunas y rodeos” en el trabajo de campo, con el propósito de
que los errores puedan servir de ejemplo a otros.
Otro libro que suministra información explícita sobre el trabajo de
campo es el de Margaret Mead: Experiencias personales y científicas de
una antropóloga, relacionado con su permanencia en Samoa en 1925. En el
texto, la autora confiesa que al embarcarse para Samoa “en realidad no
sabía mucho sobre el trabajo de campo”. Pero al igual que acontece en el
primer año del siglo XXI en los cursos de metodología, en los talleres y en
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Eduardo Andrés Sandoval Forero
los seminarios, poco se discierne sobre el trabajo de campo. Mead escribió:
“El curso de metodología del profesor Boas no trataba de eso. Era sobre
teoría: de cómo se debe organizar material para defender o cuestionar algún
aspecto teórico” (Mead, 1976: 133). En varios capítulos, la autora relata el
inicio de su vinculación en Samoa y la manera en que fue generando sus
propios métodos de trabajo de campo y técnicas de investigación.
Conversaciones inconclusas es el título del libro de Paul Sullivan, donde
narra diversas y largas conversaciones entre los indígenas mayas de Quintana
Roo, y antropólogos, arqueólogos, historiadores, lingüistas, militares,
diplomáticos, profesores, aventureros y hasta espías. La metáfora de la
“conversación” es para Sullivan un acontecimiento central en el encuentro
de dos o más culturas, que supera los intercambios de palabras, la
gesticulación, los motivos, los medios, las condiciones y las consecuencias
de las interacciones entre las personas. Para ello, “... el trabajo de campo
supone una residencia de un par de años entre las gentes que estudiamos,
con observación directa de sus actividades, conversaciones y entrevistas
con ellos y un incesante registro de una amplia gama de datos en medios
escritos, grabados y fotográficos” (Sullivan, 1996: 20).
Con lo descrito hasta ahora, podemos inferir que cada disciplina social
tiene sus momentos para incursionar en indagaciones directas sobre objetos
o sujetos de investigación; en antropología, el origen del trabajo de campo
se fundamentó en el estudio de poblaciones pequeñas, no occidentales,
aisladas y en relación con los enfoques del funcionalismo y el culturalismo.
Los estudios de comunidad y los estudios de caso han sido dominantes en
la investigación antropológica de corte esencialmente etnográfico, cuyas
técnicas privilegiadas son las cualitativas.
Durante la mayor parte del siglo XX, las indagaciones se llevaron a
cabo sobre el terreno rural, centrando su esfuerzo en la descripción e
interpretación de las culturas conocidas tradicionalmente como “sociedades
complejas”. Es decir, aquellas que los evolucionistas consideraron en estadío
de desarrollo cultural “atrasado”.
El trabajo dentro de las sociedades exóticas obligó y permitió a los
antropólogos usar técnicas, instrumentos y comportamientos sui generis
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Guía para realizar prácticas de campo
que se diferenciaron de los acostumbrados en “la otra cultura”, pues a
pesar de ser agrupaciones pequeñas, reducidas en su población y localizadas
en espacios posibles de control por parte de los investigadores, resultaron
ser mucho más complejas de lo que fueron calificadas.
Un nuevo paso en el examen de las ciencias sociales lo representó el
proceso de transformación de la sociedad rural a la urbana. Grandes grupos
campesinos e indígenas pasaron a formar parte de la sociedad mayor y en
muchos países de América Latina a partir de 1970, la proporción de
población rural y urbana se invirtió: 75% urbana, 15% rural y 10%
suburbana. Aparecen las grandes ciudades, las zonas metropolitanas y las
megalópolis, todas ellas con importante población indígena. La urbanización
se presentó primero con procesos intensos de industrialización y en las
dos últimas décadas del siglo XX con una intensa terciarización de la
economía: finanzas, comercio, servicios y comercio informal. Esas
transformaciones de la sociedad tradicional a moderna originó un viraje en
los objetos y en los sujetos de estudio.
Las ciencias sociales incursionaron en las “sociedades modernas” y
los análisis se orientan hacia los fenómenos de las ciudades industrializadas,
comercializadas y de servicios, incorporándose otros enfoques como el
estructuralista, marxista y ecologista. Todos estos cambios legitimaron aún
más el trabajo de campo, lo que ha redundado en un arsenal de experiencias
poco sistematizadas; las cuales van desde el impacto que recibimos los
investigadores en los grupos de población que estudiamos, hasta las
repercusiones que se presentan en éstas, producto de nuestra presencia,
de las preguntas, de los comentarios, del comportamiento y actitud que
asumimos, obligando en no pocas ocasiones a que la población, o por lo
menos nuestros informantes, reflexionen sobre su propia realidad, su
historia y tradiciones, aunque no siempre lo manifiesten en nuestra
presencia.
La relación que el investigador instituya con la población sujeto de
estudio es determinante para el conocimiento de la realidad,
independientemente de cuál sea el enfoque, la posición ideológica,
política y su vinculación con la teoría.
El trabajo de campo es entendido como el acercamiento a la realidad
que se pretende estudiar; consiste en acudir directamente al sujeto/objeto
de estudio, al dato vivo, a los hechos, para entender la situación y dinámica
en que se desarrolla. La información y los datos obtenidos directamente
por el investigador se pueden adquirir en infinidad de lugares, sean rurales
o urbanos, según lo que se necesite examinar.
En diversas oportunidades, el trabajo de campo es considerado como
una etapa más de la investigación donde generalmente los informes o
pláticas no superan el anecdotario de nuestras impresiones sobre la
población rural o urbana. Es común escuchar desde cómo fuimos recibidos
—con sus respectivas variantes de aceptación, indiferencia o rechazo—,
cómo permanecimos en la comunidad, hasta la forma en que salimos de
ella. De igual manera, son comunes las expresiones de “ya realicé el trabajo
de campo”, o “tengo problemas para conseguir la información de campo”.
La vinculación directa con lo estudiado significa investigar en el propio
escenario el acontecer social, es decir, percibir las realidades en su dinámica
interna y en sus relaciones externas. Así, el trabajo de campo es fuente de
información directa, lo cual permite basarnos en los hechos y no en nuestras
fantasías ni en el entusiasmo momentáneo, apropiándonos de la información
a detalle para que, a través del conocimiento social, podamos extraer
conclusiones del material recolectado, previa explicación de los hechos
sociales.
Por supuesto que la recolección de información en campo depende en
3. Entender el trabajo de campo
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Eduardo Andrés Sandoval Forero
buena parte de las relaciones que el investigador establezca con los sujetos
de estudio. Sin ser “moneditas de oro”, debemos procurar una relación
que tienda a “caerle bien a todos” los de la comunidad, y ello depende
mucho de la ética y moral del científico social, que en teoría siempre busca
conocer, analizar y explicar la verdad de los acontecimientos del pasado o
del presente. Al respecto, los miembros de la Asociación Antropológica de
los Estados Unidos aconsejan así a sus colegas:
“No causes daño a quienes estudiamos ni a la reputación de nuestra
comunidad profesional. A lo cual sigue: No explotes. No violes confidencias
ni promesas de anonimato. No engañes. Explica los propósitos de tu
presencia y tu investigación, así como las posibles consecuencias para las
gentes que estudias. No efectúes investigaciones subrepticias ni encubiertas
ni envíes informes secretos a los patrocinadores, especialmente aquellos
que no persiguen propósitos científicos (tales como el Departamento de
Estado, el Ejército, la CIA, la DEA). Coopera con los colegas del país
anfitrión para planear y ejecutar tu investigación” (Sullivan, 1996: 24).
Ciertamente los ponderantes éticos y morales de los científicos sociales
son trascendentales para la realización del trabajo de campo, lo cual depende
en gran medida de la honestidad y el profesionalismo con el que se pretenda
abordar la investigación, todo lo cual supera con creces, a cualquier manual
de buena conducta, y nos remite más a las relaciones mundanas con
nuestros sujetos de estudio.

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